Editado en Pikara Magacine 06/12/2016
Mateo, 5 años. En cuestión de dos semanas ha
decidido que ya no va a ponerse una camiseta morada con un corazón
de lentejuelas (su camiseta favorita junto a otra de Spiderman)
porque “dicen unas niñas de sexto que los corazones son de
chica”. Que ya no le gusta Sky (su personaje favorito de Patrulla
Canina -es chica, color chicle de fresa y puede volar) porque “es
rosa”. Que ya no va a llevar al cole sus botas de agua fucsias de
flores, porque su amiguita de clase pregona que “con flores
pareces una niña”.
Es normal, dirán muchas, el niño quiere encajar
y muestra una gran capacidad de adaptación a su entorno, que está
dividido en niñas y niños, en rosa y azul. Matizo. Es un universo
que desde el mundo adulto les imponemos en rosa o azul. No
es una cuestión sólo de colores, sino de todas las habilidades,
capacidades, características y roles asociados a esos dos colores.
Dibujitos, películas, juguetes, ropa, expresiones hechas, deportes,
merchandising… ¡Hasta los cepillos de dientes o
los Huevos Kinder están sexuados! Pero sólo dos sexos,
dos, y muy delimitados, no vayamos a confundirles.
Miro a Mateo y pienso: a la fuerza ahorcan. La
socialización de género en estado puro, para que no te desvíes ni
un poquito. ¿O es que alguien todavía cree que si un niño elige
un bañador de Spiderman y no de Hello Kitty es porque la carga
genética que supuestamente dicta su entrepierna le hace tener un
gusto más propenso a la acción y los colores fuertes que al mundo
cursi y fantasía de los lacitos y corazones? Que se lo pregunten a
Mateo, que según con quién vayamos a la playa, cada día elige un
atuendo u otro. Consuela, al menos, que le gusten los dos modelitos.
Vera, 7 años. Hoy no ha podido jugar en el patio
“porque las niñas no pueden jugar a exploradores”. Su amiga
Carlota, un rato después: “¿Por qué todas las cosas
importantes las han hecho los hombres?” Acabáramos.
¡Hasta aquí hemos llegado! Que el mundo es hostil, ya lo sabemos.
Que el sexismo sigue haciendo sangre y llega a los rincones que
creíamos liberados, también. Pues hagamos algo.
En estas estábamos cuando, desde Pandora
Mirabilia, nos lanzamos en la aventura de crear Un cuento
propio, un disco de relatos y música infantiles que rescatan
la vida de mujeres que nuestra cultura se ha encargado de
invisibilizar. Cantantes, biólogas, fotógrafas, cineastas, poetas,
activistas, matemáticas, cuidadoras… Y así hasta
catorce, porque hemos sacado ya dos discos que han tenido una
increíble acogida entre peques, familias, profesorado y comunidad
educativa.
Ahora estamos enfrascadas en un nuevo volumen, Un
cuento propio 3. Con nuevas historias, nuevas canciones y el
mismo objetivo: contar relatos entretenidos, divertidos,
apasionantes, misteriosos, de aventuras… Y a la vez, ampliar
referentes femeninos y masculinos, ofrecer personajes deseables, no
estereotipados, no normativos. No nos interesan las princesas ni los
superhéroes, tampoco heroínas o superwomen. Mostramos
personajes cotidianos que sienten, disfrutan y padecen, que tejen su
vida en relación. Referentes, al fin y al cabo, en los que poder
proyectarse e imaginar mundos en los que la censura no existe,
tampoco la autocensura.
Trabajamos con la certeza de que, si bien
no podemos proteger a niñas y niños de una socialización de
género binaria y agresiva, sí podemos darles herramientas para
cuestionarla y podemos, sobre todo, abrirles a mundos para
que se proyecten como personas libres. Hoy Mateo se va a la cama con
un pijama heredado de su vecina Carolina. Es de rayitas, rosa, muy,
muy, muy rosa. En la intimidad, el rosa, las flores, corazones y
tutús siguen teniendo un hueco. Y eso no es poco.
Para poder sacar adelante este proyecto hemos puesto en marcha una campaña de microfinanciación en la plataforma Goteo.
Como aperitivo, dejamos la las historias y canciones de la primera edición de ‘Un cuento propio’, de libre acceso. Pasen, escuchen, sueñen y bailen.- See more at: http://www.pikaramagazine.com/2016/12/un-cuento-propio-pandora-mirabilia/#sthash.SBb1cqFN.dpuf